viernes, 28 de noviembre de 2008

Amor al Plato


Alguna vez alguien me dijo: "No hay acto de amor mas grande que cocinar". Con el tiempo lo entendí y es que el cocinero deja su mejor esfuerzo a diario para brindarles a sus comensales el sustento y que este sea sabroso y apetecible.
Casi siempre el cocinar implica una relación afectiva, la Sra. que cocina para el marido y/o los hijos, el caballero que prepara una cena romántica para su novia o esposa, la abuela que hornea galletas o tortas a sus nietos, el asado con amigos, la pasta del domingo en familia, la cena de fin de año con los parientes, pizza y fútbol con amigos, te canasta con las amigas, etc.
La comida es el motivo de reunión por excelencia, es la ocasión de compartir y el mejor momento para el diálogo.
En mi caso particular cocinar es terapéutico, el hecho de preparar los ingredientes, mezclarlos, sazonarlos me pone en estado de concentración tal que me libera de la agitación del día, ni hablar del placer que provoca ver a tus invitados disfrutar de los platos que preparaste con tanto esmero.
Un momento muy feliz en mi vida fue cuando los domingos con mi abuela nos acodábamos en la cocina y mate de por medio preparábamos unas deliciosas galletitas con dulce de membrillo (pepas), no había ni radio ni televisión solo los dos charlando de todo, desilbanando recuerdos, pasándola muy bien al calor del horno.
Para concluir cuando se sienten a la mesa piensen que no solo están recibiendo un plato de comida también están recibiendo amor.