martes, 6 de enero de 2009

Un Rincón en la Ciudad



Todos tenemos un lugar donde nos sentimos cómodos donde nos refugiamos de los males que nos aquejan, donde nuestra alma se toma un respiro, donde uno puede ser uno mismo y puede descargar todas sus frustraciones en silencio, donde replegar sus tropas y preparar la estrategia para volver a la lucha o simplemente el lugar donde encontrar la inspiración para lograr algo maravilloso. En ese sentido hay un lugar por excelencia entre los porteños estos son los bares y cafés de la ciudad de Buenos Aires.
En estos momentos me encuentro en el bar llamado EL JARRITO, un local tranquilo, pequeño y acogedor con buena música ambiente. Está situado sobre una calle de alto transito pero da la sensación de estar dentro de una burbuja aislado del bullicio al punto que a todos los presentes se los ve como desconectados del mundo agitado que está a un cristal de distancia, un pequeño paraíso de 60 metros cuadrados en un infierno kilométrico.
La gente busca estos lugares para ordenar sus ideas e informarce antes de comenzar el día, también es el lugar tranquilo donde las parejas se reunen para tener una charla amena , donde los amigos se juntan a conversar cosas de amigos o como en mi caso para darme un recreo de las exigencias del día y poder reacomodar mis pensamientos.


Muchos hombres de la cultura se han refugiado en estos reductos como también hay bares que también son parte de la cultura de la ciudad.


Recorro el lugar con la mirada, una hermosa mujer sentada a una mesa de mi se informa leyendo el diario mientras sigue el ritmo de la música con el taco de sus zapatos se la ve distendida. Otro cliente, tras pagar lo consumido coloca el periódico bajo el brazo y encara con coraje la salida.

El mozo levanta los trastos de las mesas desocupadas, en una mano una bandeja abarrotada de tazas y vasos y con la otra mano limpia las mesas con un trapo como ignorando la bandeja, eso es habilidad.
En mi taza de café ya se distingue el fondo, ignoro esta situación y continuo en mis meditaciones, estoy inspirado desde que comencé las vacaciones no me salía una palabra e imagino que es debido a que mi casa y los mios necesitan de la atención que durante el año laboral no les pude dar.
El local se vacía por dentro como mi taza pero las mesas colocadas en la vereda se mantienen populosas, desde que rige la ley anti tabaco esos lugares son codiciados al punto del ridículo ya que en pleno invierno la gente hace cola para conseguir una mesa a la intemperie mientras adentro está tibio y vacío.
El reloj, no por estar aquí deja de ser tirano y el mio comienza a empujarme para que continúe con mis resonsabilidades.
En un gesto, como firmando en un papel invisible, pido al mozo la cuenta, guardo mis cosas, me levanto del plácido sillón rojo al que me entregué al llegar, me dirijo a la puerta de salida, tomo coraje y vuelvo a enfrentar al mundo.